Ruanda - Gorilas de Montaña - 2013
Me levanto pronto, hoy es el día que he esperado durante muchos años. Voy a cumplir el sueño que tenía con mi mujer,
ver los Gorilas en su hábitat natural, Lo hare yo por los dos pues ella falleció en mayo.
Desayuno con los compañeros de viaje y Patrick nuestro guía, lo hacemos rápido, noto la ansiedad de todos por ir al punto de encuentro con los rangers que nos van a guiar por los caminos de montaña donde habitan los Gorilas de montaña.
Llegamos en nuestro 4x4 al centro de visitantes del parque, este esta abarrotado de gente de todas las nacionalidades en su mayoría occidentales de raza blanca. Patrick recoge nuestros pasaportes y entra en las oficinas, me quedo cerca del vehículo observando lo que hay a mi alrededor, estamos rodeados de campos labrados donde la gente de la zona trabaja en ellos, en el horizonte se divisan las siluetas de las montañas que dan nombre al parque nacional de los Volcanes, están envueltas en una espesa capa de neblina, se ven muy lejanas, fantasmagóricas.
Patrick nos llama para que conozcamos al rangers que nos va a acompañar, nos dará instrucciones sobre nuestro comportamiento en el trato con los Gorilas, no se inglés por lo que no me entero de casi nada, es lo mismo he visto y leído mucho sobre el tema y tengo las ideas muy claras.
A nuestro grupo se une un joven checoslovaco por los que seremos 6 personas más el rangers los que haremos la travesía.
Subimos al 4x4 e iniciamos la marcha, abandonamos pronto la carretera asfaltada para adentramos por unas empinadas pistas de tierra y piedra, vamos muy despacio ya que están en muy mal estado. Nos vamos cruzando con gente que ha pie o en bicicleta van a trabajar a los campos que nos encontramos por el camino.
Llegamos por fin a una pequeña aldea y el rangers indica a Patrick donde estacionar, en el lugar ya hay varios grupos preparados para salir. Seguimos las recomendaciones del guía, cogemos nuestras mochilas y proseguimos nuestro camino ya a pie; al grupo se nos une un hombre de la aldea provisto del típico machete del país.
El terreno no te da tregua, no dejamos de subir, inteligentemente el rangers va haciendo pequeñas paradas para que nos agrupemos y darnos breves explicaciones sobre las plantas y arbustos que nos rodean.
Si miro delante veo unos bosques cubiertos de una ligera niebla y si vuelvo la mirada el camino recorrido es espectacular.
Llegamos a una zona donde el paisaje cambia drásticamente, hay un muro de piedras hecho por la mano del hombre, nos están esperando dos soldados, chica y chico, descansamos algo y el que lo necesita hace sus necesidades más imperiosas.
Tras el muro nos espera un bosque espectacular, frondoso, muy verde, la soldado se pone encima de su uniforme un grueso pantalón de plástico, el rangers ya lo había hecho anteriormente. Supongo que la maleza que vamos a atravesar debe estar muy húmeda. Siguiendo las recomendaciones del rangers introducimos nuestros pantalones dentro de los calcetines y nos abrochamos las chaquetas, la selva que vamos a atravesar está llena de pequeños insectos que nos pueden picar.
El hombre del machete que nos ha ido siguiendo prudentemente se pone a la cabeza del grupo y empieza a abrir camino. La selva es muy espesa nos cubre las cabezas, la visión está limitada a dos pasos. Vamos en silencio solo se oye el ruido del machete cortando ramas. Nos adentramos profundamente en la selva el calor es agobiante, la chaqueta que llevo me sobra pero no me la puedo quitar.
El guía se para, estamos cerca, seguimos las instrucciones del rangers, nos despojamos de nuestras mochilas y agua que se quedan custodiadas por un soldado, el otro continuara con nosotros, solo podemos llevar nuestros equipos fotográficos y cámaras de video. Avanzamos lentamente contengo la respiración sé que estamos cerca, los pensamientos se mezclan en mi cabeza, he llegado hasta aquí, no he venido solo ya que algo de Nuri está conmigo y voy a hacer realidad todos nuestros planes relacionados con los Gorilas…pero no estoy bien me falta la chispa que he tenido otras veces ante un instante muy deseado.
¡Ya! Nos paramos, delante mío oigo siseos, el rastreador que hay en esta zona nos señala un lugar en la espesura y puedo ver por primera vez a los primates, son un adulto rodeado de varios pequeños, no pienso sujeto bien la cámara enfoco y disparo, increíble estoy a dos metros de ellos y ni se inmutan, el adulto nos mira indulgente “pasa” de nosotros, está acostumbrado a la presencia de humanos disparando sus cámaras como posesos, se tumba y nos da la espalda, los más pequeños poco a poco se desperezan y después de unas instantes posando para nosotros se dedican a arrancar los tallos más frescos de los arbustos de su entorno y desayunan.
El machetero va abriendo pequeños claros en la maleza para que podamos verlos y fotografiarlos desde varias posiciones, ya estoy más tranquilo, estoy haciendo buenas fotografías, no es necesario que emplee el teleobjetivo 80x400 que llevo en el bolsillo de la chaqueta, el 18x200 que uso habitualmente me sobra para lograr buenos planos.
No sé cómo definir lo que estoy viviendo, las sensaciones que tengo, tengo delante de mí una familia de Gorilas son “preciosos” muy peludos, apenas puedo ver sus ojos marrones entre tanto pelo, se desplazan lentamente y se tumban en la maleza, cierran los ojos… pero no pierden detalle de nuestros movimientos. El jefe del grupo esta tumbado delante frente a mí, yo lo miro tras el objetivo, veo como se rasca, bosteza, su mirada se cruza con la mía y lo inmortalizo en una fotografía, fantástico he podido hacerle una foto con los ojos abiertos.
No paro de mirar su enorme espalda con ese gran mechón de pelo blanco que los ha hecho famosos con el nombre de Gorilas de espalda plateada, conservare su imagen en mi mente y la tarjeta microSD de mi Nikon.
Cambio de posición, voy a ver los pequeños gorilas que tengo a mi alrededor. Es muy difícil moverse por la zona, no pisas suelo firme, voy caminando por encima de la maleza que se amontona en la zona, hay que ir con mucho cuidado de no meter los pies entre las ramas rotas.
Los pequeños gorilas están a su bola, arrancando tallos y masticando, no hay escasez de comida. De repente siento calambres en las piernas, empiezan a picarme desesperadamente, comprendo ahora porque el rangers y la soldado se han enfundado esos duros pantalones de plástico. Las plantas de nuestro entorno son ortigas y otras especies que desconozco, pero altamente irritantes, mis compañeros están igual, los pantalones que llevamos no son lo suficiente
gruesos para impedir que las finas hojas penetren a través de ellos. Desisto de rascarme, los instantes que estoy viviendo contemplado estos animales merecen este sufrimiento.
El ojeador nos llama, nos acercamos y puedo ver otro hermoso ejemplar de gorila adulto, es más pequeño, pero no por ello impresionante. Este es más esquivo, esta semioculto entre la maleza comiendo y es difícil enfocarlo con mi cámara tras tanta hoja. Me quedo con él un rato, no se fija en mí, el a su rollo, elije las hojas que le gustan y se las traga.
El rangers nos llama el tiempo a pasado muy rápido y el encuentro con los gorilas toca a su fin, el joven Gorila se cansa de nuestra presencia y desaparece en la espesura.
Hace unos meses me hice una promesa que quiero cumplir, todos están distraídos con los pequeños Gorilas, me agacho y cumplo mi deseo, yo me voy pero Nuri podrá seguir disfrutando de estos hermosos animales.
Nos agrupamos rápidamente el camino de regreso es largo y no por ser de bajada más fácil. Llegamos al punto de encuentro con el soldado que se ha quedado custodiando nuestros enseres los cogemos y continuamos el descenso.
Por el camino la visión de los Gorilas no se va de mi mente, escribiendo estás líneas los sigo viendo, fue maravilloso, doloroso en algunos momentos pero no me arrepiento para nada de la experiencia vivida.
Al llegar al muro que divide la zona agrícola con la selva paramos brevemente para comer el “picnic” preparado en el Lodge donde nos alojamos.
Ya de regreso en la aldea de nuestra partida nos hacemos unas fotos de recuerdo con el hombre del machete y continuamos el descenso pero ya sentados en nuestro vehículo 4x4.
El rangers nos tenía preparada una pequeña sorpresa. Por indicación suya paramos en un pequeño centro comercial con varias tiendas de artesanía autóctona y una oficina donde nos entregaron un diploma personalizado con nuestro nombre en el que el Gobierno de Ruanda agradece nuestra contribución al mantenimiento y conservación de los Gorilas de montaña.