Gran Bretaña - 1991 - avería grave
Gran Bretaña - Agosto 1991
En esas fechas disponía de un furgón Volkswagen LT35, que en España lo comercializaba la empresa Pegaso con el nombre de Ekus y la telefonía móvil no existía. Subiendo por las autopistas francesas dirección Gran Bretaña al repostar en una estación de servicio me hizo un pequeño fallo el embrague, no quise preocuparme demasiado pues era el inicio de nuestras vacaciones y se resolvió rápidamente. Ya en Gran Bretaña y después de pasar varios días en Londres, nos dirigimos a Oxford para visitarlo. Una vez allí fallo nuevamente el vehículo, pero ya definitivamente, ya que me era imposible cambiar de marchas. Estacioné como pude y me dirigí a una gasolinera cercana a solicitar ayuda o bien que avisaran a la policía.
Mi conocimiento del inglés es escaso y al no entenderme se desentendieron de mí. Me fui al vehículo y no habían transcurrido 5 minutos cuando una chica joven que vio nuestros problemas se acercó a nosotros y en un castellano bastante correcto se ofreció a ayudarnos. Le explicamos la situación y ella rápidamente nos ofreció su casa y teléfono para que pudiéramos llamar al servicio de asistencia técnica. Una vez allí, nos preparó té (era media tarde, horario ideal para ello) y me dejo usar su teléfono para que llamará a España y me pusiera en contacto con el servicio oficial Pegaso para la ayuda. Establecida la comunicación el servicio técnico me comento que sería mejor que la llamada la efectuaran ellos para asumir el coste. Se pusieron en contacto con sus corresponsales de la zona que estaban situados en Waddesdon un pueblo cercano a Oxford para que solucionaran la avería.
Una vez establecida la comunicación directa con los mecánicos y ante la imposibilidad de entendernos nuestra anfitriona hizo de intérprete y guio el vehículo de asistencia a nuestra posición. En el tiempo transcurrido en la espera, llego su marido y mantuvimos una agradable conversación, ellos habían estado en España de turismo y perfeccionaron el conocimiento de nuestro idioma.
Llegaron dos jóvenes mecánicos con una pequeña furgoneta y ante la imposibilidad de arreglar el furgón allí decidieron remolcarlo hasta el taller. Nos lo tuvimos que tomar con buen humor, pues su vehículo era pequeño y no estaba preparado para remolcarnos adecuadamente. Me engancharon con una buena cuerda y acordamos que cuando ellos frenaran lo hiciera yo también para no colisionar con su parte trasera.
Nos despedimos de nuestros anfitriones dándoles las gracias ya que no quisieron admitir dinero por su ayuda.
Después de un breve trayecto por carreteras locales y sin ningún incidente llegamos al taller, situaron el vehículo en un foso y sin demora comenzaron a desmontar el cambio. Era viernes y empezamos a hacernos la idea de que tendríamos que pasar el fin de semana allí.
Los mecánicos no pararon hasta encontrar la avería y una vez desmontado el cambio y sacado todas las piezas estropeadas estacionaron el furgón en el patio interior del taller para que pudiéramos utilizarlo como autocaravana, que es la utilidad que tenía en nuestras vacaciones.
Después de cenar los mecánicos nos invitaron a que los acompañáramos a tomar unas birras con ellos, no aceptamos ya que nuestro ánimo y la corta edad de nuestra hija no estaban para alegrías extras.
El sábado nada más levantarnos nos ofrecieron sus servicios para nuestro aseo personal y sin darnos tiempo a nada ya estaban liados otra vez con el vehículo. Los recambios llegaron a primera hora y a las 12 ya tenían la avería solucionada.
En el pago de la factura no tuve ningún problema, ya que en aquella época disponía de una tarjeta de crédito internacional para gasóleo, autopistas y reparaciones. No sabía cómo darles las gracias, iniciaron la reparación bien avanzada la tarde del viernes y el sábado al mediodía me habían sustituido el embrague, la prensa del embrague y el cojinete de empuje, que era la pieza que se había roto estropeando las anteriores.
Resuelta la avería continuamos nuestras vacaciones por el país. Pero la alegría duro poco, transcurridos varios días el furgón volvió a fallar. El problema era similar, pues afectaba al embrague. Después de una breve exploración comprobé que el cable que acciona el pedal del embrague estaba desplazado del soporte debido a una arandela de plástico que había cedido. Con la ayuda de mi mujer, (eran necesarias dos personas para solucionarlo) ella presiono el embrague a fondo y yo situado bajo el vehículo logre poner el cable en su sitio.
Una vez resuelto el problema continuamos el camino. Días después el problema se reprodujo, lo cual me hizo plantear la cuestión de que el montaje de los mecánicos no había sido del todo correcto. Una exploración a fondo me hizo deducir que la posición de varias arandelas no era correcta. Habían situado las metálicas en la posición de las de plástico y viceversa. Lógicamente las de plástico no aguantaban la presión continua del pedal y al cabo de cierto tiempo cedían. La reparación necesitaba emplear más tiempo pues se tenía que desmontar más piezas. Estaba en ello cuando apareció una pequeña Volkswagen clásica con un joven alemán que se ofreció a ayudarme, no dude y por gestos ya que tampoco domino el idioma alemán le hice ver lo que necesitaba, el joven comprendió perfectamente lo que le decía y en media hora habíamos intercambiados las arandelas de posición. Mientras nosotros trabajábamos mi mujer preparo la comida ya que era mediodía, le ofrecimos comer con nosotros o tomar alguna bebida, el chico denegó amablemente la invitación (posiblemente no era su hora de comer debido a la diferencia horaria de la comida entre Alemania y España). Le dimos las gracias por su ayuda y nos despedimos.
Este breve relato es para demostrar que la buena gente se encuentre en todos los sitios, estábamos en Gran Bretaña, nuestra matrícula mostraba claramente que éramos españoles, primero la joven inglesa y más tarde el joven alemán, que también viajaba haciendo turismo por un país ajeno no dudaron en parar y ofrecernos su ayuda.